lunes, 3 de diciembre de 2018

A Symphony of Delight

Hasta ayer fuiste música,
esta noche serás musa.

Entre deliquios de cebada
dulce amargura embotellada,
aperitivos destilados a la mesa,
espirituosos, flamantes de suerte
y en la penumbrosa tarima... el plato fuerte.

La bohemia, inspiradora y necia
invoca en mi piel la sinestesia:
Mis ojos, cual colibríes
de su voz liban sedientos;
mis oídos, cuando sonríe
palpan el sabor de su aliento
y mis labios, embriagados
se rinden sumisos a su nectáreo canto.


Mis ojos no son los únicos
que en torno a ella revolotean,
son tantos los rostros que fulguran...
Dulce amalgama de ojos entrecerrados
sonrisas entreabiertas y oídos hechizados.
Ojos, suficientemente cerrados
para abrir la puerta a la introspección.
Ojos, suficientemente abiertos
para no perderse la función.

Mis puños se levantan
como deseando agarrar una nota o dos.
Los dedos se separan
pretendiendo acariciar la tersa voz
de aquella diva de notas divinas
que en el aire deja la piel,
al viento, su cabello danzante
y en mis oídos, besos de miel.

Queda huérfana en mi mente,
la sonrisa incesante,
su partida inminente,
y un elogio imperante:
No hizo falta, ni licor ni sedante
para alivianar mi trémula confesión
¡Vida berraca, me enamoré de la cantante!
y ella me correspondió, con más de una canción.