jueves, 25 de junio de 2009

Desvarío VI (Labores en labor del laburo)

Palabras insensatas, expresiones vacías, sombras y. . . Desvaríos.
estás seguro de querer escribir eso?
- Claro ¿por qué no?
y vas a publicarlo?
- Seguro, la gente merece tanto como yo, molestarse con estas... líneas?.
jajajajajaa, dialogos internos exteriorizados, desvaríos.

NO LO DISFRUTEN!


Caminaba cabizbajo, con el peso del tedio en sus parpados, la aplastante derrota sobre sus hombros, con la maldicion impronunciada entre los labios y la sensación de haber perdido un pulmón a las malas.
Respiraba hondo, o al menos trataba, pero el aire era tan denso, tan pesado, como todo su entorno, la gravedad de su fracaso aplastaba su voluntad, pero no su ímpetu. El mundo le resultaba insignificante, ahora que lo habían despreciado, podía descargar su desprecio por cualquier ser patético que se cruzara en su camino, caras, sonrisas, hipócritas, desgraciados, obsoletas piezas de maquinaria barata, despreciables frutos podridos de arbustos putrefactos, por nombrar algunos elogios.
Su alma, ahora completamente invadida de deshechos, excretaba lo más oscuro de su desprecio, y al pasar por un centro comercial:
¡que mierda, gente!
Volteó su mirada hacia un horrible artefacto cotidiano, sucio, pálido, atragantado con un infeliz ser que gritaba: "¡Taxi libre, Taxi libre!" y mientras murmuraba improperios y apuñalaba con sus ojos aquel pedazo de escenografía, continuaba con su examen hasta que se miró a si mismo en el vidrio de la ventana trasera del empolvado vehículo. Admiró con cuidadoso detalle su ceño fruncido, sus labios resecos, ausentes de palabras audibles, amargos, escasos de algún sonido dulce, las ojeras, y la brillante y poco a poco más arrugada expresión, todo bien maquillado por el efecto polvo-sepia artificial del asqueroso vidrio.
Con paso calmado pero mecánicamente constante, ahora la mirada fría, como su corazón, que no latía con tanta fuerza, el desprecio a lo ajeno, se convertía en tristeza. Mil cosas retumbaban en su mente, tribulaciones, punzaban en las sienes, y laceraban en la nuca como un serrucho oxidado, auto acusaciones, consuelos superfluos, abatimiento personal, su batalla era consigo mismo, los demás, solo eran muertes casuales.
Finalmente, después de discutir tanto con su pútrido ser, contaminado de oscuridad, o debo decir bien alimentado, hambriento de bohemia, se detuvo. Se detuvo, dejó de conjugarse por un momento y simplemente se detuvo, su tiempo cesó de parpadear por unos instantes, por escasos momentos "el segundo detuvo su marcha", puso su frente en alto, la puso tan en alto, que pudo mirar al mundo por encima de su hombro izquierdo y con la más despectiva actitud proclamó:
- Ustedes perdonarán, de alguna forma, si así lo desean, mi prepotencia.
- Ustedes me excusarán, de ser necesario, la poca decencia.
- USTEDES CALLARÁN! Si les da la gana! mientras digo lo siguiente:
- No son dignos de mí, no son dignos de ustedes mismos siquiera, no son... SON nada!.
Pero bueno, al fin y al cabo me importa un bledo, no los conozco a todos, ni los quiero conocer.
No perdonen que les presuma mi melancolía, no disculpen el desprecio, no quieran las paces conmigo.
NO PIENSEN que quiero llamar la atención, tan sólo porto con gallardía mi maldita otredad, mi desafortunada singularidad.
Pero tampoco ignoren la alevosía con la que los detesto y realizo mi desprecio, me reservo el derecho de la hipocresía, así como el derecho de admisión a mis penumbras.
Tengo el derecho y el deber, no de estar triste, sino de serlo, cuando me da la gana, sólo quiero que sepan, que no dejaré que supriman mi estandarte, vuelto añicos ya, de ser feliz o infeliz por mi cuenta y ahora que tengo su atención la cual no me importa si me arrebatan, les pido, que se larguen!
Después de estas palabras que nunca pronunció, pero gritó con toda su alma, aquel hombre, descendió del estrado emocional, tomó su portafolios, y tocó la siguiente puerta:
"Buenas tardes, vengo a la entrevista"
(otra puerta, otra vez)

martes, 9 de junio de 2009

Rehabilitación

...y cansado de ser feliz,
de ver su mundo ideal
de sublimar su carne
de fundir sus huesos
de ser tan etéreo como su alma
a la que acariciaba como a un minino.
alejó a su amada,
y arrojando su delicado cuerpo cilíndrico
se despidió de sus hipodermicos besos
y se resignó a vivir...