domingo, 2 de agosto de 2009

Escenario del horror

Llegando... llegaste... te miré de frente.
y como te extrañé!.

A la Bella que me quita el sueño para ponerme a soñar.



Humo!


Parecía humo lo que salía por debajo de la puerta de aquella habitación, un humo espeso, denso, pesado. Un humo lento y grisáceo, ya no parecía humo, pero pareciese que ceniza flotaba en su paso. En realidad era bruma, una bruma especial, una bruma ajustada, con precisión, con complicidad del entorno, un sentimiento de justicia en la habitación complementaba el escenario.

Con tanta desolación en su interior, y un corazón ardiendo sin consumirse en las llamas de su pasión, la escena ameritaba un poco de penumbra, la lámpara del nochero no era suficiente, algo raro había en la habitación, algo tan fuerte…

Una idea?

Dudablemente

Un sentimiento?

NO!, muchísimos.

También un frío espeluznante decoraba el ambiente, como si el aire fluyera acompañado de minúsculas agujas, tan pequeñas que pasaban de largo por mi cuerpo, dejando el frío y el ardor de ser atravesado por la punzante necesidad de verla.

La melancolía ponía paños de agua tibia sobre mi frente, y la nostalgia enjugaba mis sollozos. La desolada fiebre se apoderaba de mis ánimos, y una desesperada y repitente melodía taladraba insistentemente mi tranquilidad, era una escena de horror, como en una película de Hitchcock, o como en un relato de Poe, mi habitación era el lugar del siniestro, de la tragedia, el horrible crimen tenía lugar una y otra vez, la horripilante historia ilustraba mi peor pesadilla. En medio de la desolación, mi cuarto creyó conveniente agregar elementos a la escenografía, y con bruma, frío y penumbra manifestó la peor escena de terror:

Estoy sólo, encerrado, y al mismo tiempo liberado. Tristemente liberado de la prisión de máxima comodidad de sus brazos, y desahuciado de la inexorable condena de sus labios, y maldiciendo al aire protagonizo la terrorífica historia:

Otra noche Sin Ti